25 de febrero de 2016

MIRADOR - Julio Llamazares - La serpiente La sombra del nazismo se empieza a cernir de nuevo sobre Europa

La serpiente

La sombra del nazismo se empieza a cernir de nuevo sobre Europa

Un numeroso grupo de vecinos de Bautzen, pequeña ciudad sajona fronteriza con Polonia y la República Checa, celebró el incendio que se sospecha fue provocado de un antiguo hotel habilitado para acoger a refugiados extranjeros al tiempo que estorbaba las labores de extinción del fuego por parte de los bomberos y de la policía. No lejos de allí, en la localidad de Clausnitz, también en la región alemana de Sajonia, otro grupo de vecinos trató de impedir la llegada a un albergue de un autobús con 24 refugiados más, entre los que había mujeres y niños, bloqueando la calle con coches e insultando y abucheando a los extranjeros. En total, dice la propia prensa alemana, cuya preocupación va en aumento de día en día lo mismo que la de su Gobierno, 500 albergues para refugiados han sido atacados solamente en el año 2015 en Alemania y las cifras van en aumento.

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¿A qué les suenan estas escenas? ¿Acaso no les recuerdan a aquéllas que describían los años previos a la ascensión del nazismo en los años treinta del siglo XX y el caldo de cultivo de xenofobia y violencia que la precedió y que tan bien narraron autores como Alfred Döblin, Isherwwod o Bertold Brecht? ¿No les recuerdan estas noticias a las que sirvieron al director de cine sueco Ingmar Bergman para escribir el guion de su película El huevo de la serpiente sobre la eclosión del fascismo en Europa y el ambiente que la propició? En su película, Bergman, como Döblin o Isherwood hicieran en sus novelas o Brecht en sus obras teatrales, describe el paisaje previo a la llegada de Hitler al poder, un paisaje que coincide, salvadas las distancias temporales y de la coyuntura política (hoy Alemania es un país integrado en Europa y no el aislado y lleno de odio hacia sus actuales socios tras su derrota en la I Guerra Mundial), con el que describen las preocupantes noticias que cada poco nos llegan de allí.
No hace mucho, en una cena en Berlín, hablando de los años de la guerra fría, alguien contó que a Dresde, la capital de Sajonia, los alemanes del antiguo Este la llamaban el valle de los inocentes por su ignorancia de lo que sucedía en el mundo al no poder captar por su lejanía la señal de la televisión del Oeste como en el resto de la RDA. Pues bien, esos inocentes criados en el paternalismo estatal del estalinismo y convertidos en furibundos nacionalistas tras su paso al temido capitalismo son los que ahora queman albergues de refugiados y alimentan el huevo de la serpiente cuya sombra se empieza a cerner de nuevo sobre Europa. Cuidado.

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