10 de mayo de 2016

Jesús Torrecilla: «El pasado es un campo de batalla en el que se dirimen los choques del presente»

Jesús Torrecilla: «El pasado es un campo de batalla en el que se dirimen los choques del presente»
El profesor de Literatura de la UCLA publica «España al revés», un relato de cómo los liberales crearon los mitos del progresismo que está muy de actualidad
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La rendición de Bailén, por Casado del Alisal - MUSEO DEL PRADO
ABC - JESÚS GARCÍA CALEROcalerojeMadrid - 10/05/2016 a las 14:28:23h. - Act. a las 16:53:28h.Guardado en: Cultura

Jesús Torrecilla (Villar de Pedroso, Cáceres, 1954) es profesor de Literatura en la UCLA y acaba de publicar un libro muy singular: «España al revés. Los mitos del pensamiento progresista 1790-1840» (Marcial Pons).Rastrea las fuentes históricas y literarias para relatar el calvario de los liberales españoles en aquella etapa tras la Guerra de la Independencia.
Los comuneros y Al-Ándalus formaron la mitología que los liberales recogieron de la historia de España para legitimar sus posiciones
Acosados tras la Revolución Francesa por radicales y con la invasión napoleónica insultados por afrancesados y traidores, tuvieron que generar una mitología nítidamente española abriendo un espacio histórico que legitimara sus posiciones. La vuelta del absolutismo decretada por Fernando VII y su dictamen de que la proclamación de la Constitución de Cádiz no había sucedido en el tiempo les abrieron los ojos.

El lugar en el que nacen las Dos Españas

Se habían equivocado enormemente al considerar que el pueblo español amparaba sus ideales reformistas y ello les hizo arremeter contra el «populacho». Se exiliaron, fueron perseguidos y lo que es peor, incluso en el exilio, «amputados» -dice Torrecilla- de la nación española, creada alrededor de los relatos de la reconquista y de la gloria imperial.
Por eso acudieron a las antípodas históricas de ese relato: a los comuneros en su lucha contra el emperador «extranjero», Carlos I, y a la defensa de la españolidad de Al-Ándalus. Obras de teatro, poemas y piezas literarias fueron las armas de esta búsqueda de los mitos del progresismo español.
De aquella incomprensión procede el nacimiento de las Dos Españas. Asomarse a ese momento de la mano de un libro tan lúcido es un lujo para cualquier lector. Hablamos con Jesús Torrecilla sobre las lecturas que ofrece su estudio para nuestro complejo presente, de políticos sin acuerdo y sectariomos partidarios. Sus palabras son lúcidas y nos invitan a pensar críticamente sobre lo que nos está pasando.
¿Por qué decidió hacer este libro, revisar así las fuentes de ese momento tan específico?

Jesús Torrecilla
Jesús Torrecilla- ABC

En el 2006, mientras preparaba la escritura de un artículo sobre los exiliados liberales en Londres de principios del XIX, comprobé que muchos de ellos tendían a identificarse con aquellos grupos que habían pasado por una situación similar de derrota y exclusión a lo largo de la historia de España: con los comuneros que se rebelaron contra Carlos V, pero también con los defensores de los fueros aragoneses y catalanes, con los judíos y con los moriscos.
La España oficial se comportaba con ellos de manera similar, negándoles su condición de españoles yamputándoles del espacio común, y los liberales reaccionaban proyectando sobre los otros grupos sus ideas y sus proyectos. Como si ser objeto de una misma persecución estableciera entre ellos una comunidad de pensamiento. De ese modo, procedían a una revisión radical de la historia de España, creando nuevos mitos y asentando la identidad nacional sobre nuevas bases. Así empezó un proyecto que me ha llevado diez años completar.
Su libro nace con cierto juego de fondo (el pasado como futuro) ¿Le parece un momento oportuno para revisar el origen de las dos visiones antagónicas de España, ahora que la transición que parecía resolverlas está en cierta crisis?
«La polarización fue el resultado de la intolerancia y si queremos eliminar esa nociva tradición, debemos evitar comportarnos igual»
Los procesos revolucionarios, para adquirir legitimidad y eliminar la lógica ansiedad ante lo desconocido que existe en cualquier sociedad, tienden a arraigar sus ideas en el pasado. Eso hace que se conviertan en grandes forjadores de mitos. Los liberales de principios del XIX, viéndose acusados de traidores y anti-españoles, y tratados como tales, se vieron obligados a crear una nueva identidad colectiva en la que ellos tuvieran cabida. En un contexto de persecuciones, cárceles y exilios, procedieron a elaborar una mitología nacional que era un espejo inverso de la que existía en aquellos momentos.Interpretaron el futuro que deseaban para el país como una realidad que existió en un pasado lejano y que era necesario rescatar. Los comuneros, los fueristas aragoneses y catalanes, y los musulmanes de al-Andalus, se convirtieron en representantes de una España más auténtica que la oficial. El enfrentamiento entre las «dos Españas» atravesará todo el siglo XIX y culminará en la gran tragedia colectiva de la Guerra Civil del 36. Señalar que lapolarización fue el resultado inevitable de la intolerancia y del fanatismode ciertos grupos es un primer paso para comprender que, si queremos eliminar esa nociva tradición, debemos evitar comportarnos del mismo modo.El fanatismo genera fanatismo, pero en algún momento debemos romper la cadena.

Ejecución de los comuneros de Castilla
Ejecución de los comuneros de Castilla

Los historiadores aportan argumentos extraídos de los hechos del pasado. ¿Qué valores cree que deberían tenerse en cuenta en el presente de España? ¿Ve salida a ese antagonismo? ¿Lo fue la Transición?
«Los moderados siempre fueron en España considerados tibios y retrógrados»
Los progresistas que han defendido la moderación a lo largo de los últimos siglos, proponiendo que es la manera más efectiva de conseguir cambios profundos y duraderos, han sido acusados una y otra vez de tibios y retrógrados. En las páginas de «El Español», escritas durante los primeros años de su exilio en Londres, abogó el sevillano Blanco White contra el radicalismo de los denominados «liberales exaltados», advirtiendo que era una actitud peligrosa y contraproducente. La historia se encargó de darle la razón. En ese sentido puede afirmarse que, si existe un periodo en la Historia de España que representa el reverso del que vivieron los liberales a principios del XIX, esprecisamente el de la Transición. Si Fernando VII y los grupos que lo apoyaron se hubieran comportado con el mismo espíritu conciliador de la etapa post-franquista, haciendo concesiones y llegando a acuerdos para crear una sociedad en la que todos tuvieran cabida, la historia española de los dos últimos siglos habría sido muy diferente.
Igual que hay dos ideas de España desde fines del XVIII, ¿cree que hay dos maneras de contar la historia contemporánea española?
«Si existe un periodo que es el reverso de lo que pasaron los liberales en el XIX es la Transición»
Desde principios del XIX se han superpuesto tres imágenes muy diferentes de la identidad española: la tradicional, la exótica y la liberal. Pero es cierto quesólo la liberal entró en conflicto con la forma tradicional de interpretar la historia. Los liberales, por las razones que acabo de señalar, crearon una versión de la historia de España radicalmente opuesta a la tradicional. Esa polarización se prolonga hasta nuestros días y ha seguido aplicándose a todos los grandes acontecimientos históricos de los siglos siguientes, desde el Trienio Liberal y la Primera República, hasta la Segunda República, la Guerra Civil del 36 y la etapa post-franquista. Durante la Transición pareció querer superarse, pero ha repuntado en los últimos años.


¿Cuál es la mentalidad con la que le gustaría que leyeran su libro?
Con una mentalidad abierta y crítica, libre de prejuicios y lugares comunes. Lo que me propongo no es adoctrinar, sino generar debate. Mi propuesta se fundamenta en la evidencia textual, pero sin lugar a dudas habrá muchas obras que desconozco y otras que no habré interpretado al gusto de todos. La polémica, la discusión, el libre intercambio de ideas es el fundamento de una sociedad sana. Pero, para que el intercambio sea productivo, debe superarse el espíritu de banderías. Carácter crítico no es lo mismo que afán cicatero.
Usted se refiere al uso de la literatura para la creación de ese imaginario colectivo: obras de teatro, poemas y libros sobre los comuneros, exaltaciones del califato... ¿Las ideologías se comportaban a golpe de invenciones, de sueños? ¿Le parece una idea un tanto cervantina?
«Las identidades nacionales no se moldean en los libros de historia, sino en las obras de ficción»
Las identidades nacionales no se moldean en los libros de historia, sino en las obras de ficción. No se asientan en datos objetivamente comprobables, sino en mitos compartidos. Los expertos que quieran analizar este apartado esencial de la vida de cualquier comunidad no pueden prescindir de la literatura. La creación de una identidad nacional determinada exige una conexión emocional con ciertas formas de ser y de comportarse que es imposible lograr mediante el frío análisis de los anales y de las crónicas. Esta idea sí que podría asociarse con el pensamiento cervantino. O al menos con la interpretación que hacen de él ciertos críticos.


El momento en que los liberales apoyan a la niña Reina Isabel, hija del Rey que los había proscrito y perseguido, porque las fuerzas ultraconservadoras se alinean con el Carlismo, ¿es un momento de la historia de España que debemos reivindicar? ¿Inspira de algún modo una visión altruista de la convivencia, de un patriotismo liberal más allá de cantos a los comuneros y radicalismos?
Salvo raras excepciones, lo característico de las relaciones sociales no son las actitudes altruistas, sino la defensa de los intereses particulares de cada grupo. La dificultad estriba en conseguir armonizar los intereses de todos. El éxito de una sociedad consiste en hacer comprender a los distintos grupos que la componen que el bienestar general exige llegar a acuerdos. Es necesario que todos renuncien a algo para conseguir algo a cambio. En España, por desgracia, el extremismo y la radicalización gozan de un arraigado prestigio. Negociar se considera cosa de débiles y timoratos. Esta actitud nos ha hecho mucho daño.
Larra y Blanco White podrían ponerse en relación con algunos pasajes de Goya y con la Tercera España en el 36... ¿Qué lecciones nos aportan sus visiones? ¿Cómo manejar su pesimismo tan presente hoy también incluso en divulgadores de la historia?
«La mediocridad de las clases dirigentes españolas se extiende hasta hoy, en todos los campos, no solo la en la política»
El pesimismo de Larra y de Blanco White se origina en la doble constatación de que, por una parte, laIglesia y los grupos conservadores seguían teniendo en la España de aquella época el apoyo de la inmensa mayoría de la población; y por otra, que los que debían abanderar el cambio se comportaban con una torpeza lamentable. La mediocridad de las clases dirigentes españolas se extiende hasta hoy. Es uno de los grandes problemas que confronta el país. Cuando hablo de clases dirigentes no me refiero tan sólo a los políticos, sino también a los representantes de laeducación y de la cultura, a los periodistas, escritores, artistas y profesores universitarios. Hay excepciones, por supuesto, pero la media es decepcionante. Los problemas que sufre en estos momentos el país son en gran parte una consecuencia de ello.
El siglo XIX lo conocemos mal los españoles: ¿Qué ideas de las que ha manejado o descubierto escribiendo el libro le ha costado más aceptar (me refiero a alguna que rompiera algún cliché y por tanto fuera más valiosa, visto el ingente trabajo que hay detrás del libro)?
«Me sorprendió descubrir la inquina de los representantes progresistas contra sus propios disitentes»
Me sorprendió descubrir la inquina que pueden ejercer los representantes del pensamiento progresista con sus disidentes. Analizar el enfrentamiento que mantuvo Blanco White con los doceañistas de Cádiz fue para mí muy instructivo, sobre todo porque creí observar unacorrespondencia con la situación actual. Desde su exilio en Londres, Blanco criticó la falta de pragmatismo de los constitucionalistas y el extremismo de ciertas actitudes que no tenían en cuenta la realidad española y que, según él, podían acarrear consecuencias opuestas a las pretendidas. Fue de hecho lo que sucedió. Su contacto con el pensamiento inglés le hizo comprender que la mejor manera de efectuar cambios es hacerlo de manera gradual, evitando gestos grandilocuentes, formulaciones radicales y choques frontales.

Arquitectura efímera en la coronación de Isabel II que la ponía en relación con la Reina Católica
Arquitectura efímera en la coronación de Isabel II que la ponía en relación con la Reina Católica- Grabado de Cayetano Palmaroli

Pero sus ideas no encontraron eco en España. Su posición fue tan incomprendida, que el propio gobierno de Fernando VII, asumiendo que los ataques contra los liberales implicaban un cambio de campo, le ofreció un sueldo para que espiara a los exiliados en Londres. Me imagino la humillación que debió experimentar al recibir la oferta. Los liberales, por su parte, nunca le perdonaron las críticas y lo condenaron al silencio y al ostracismo. No deja de ser significativo que el primero en situar su figura en el mapa intelectual de la España del XIX fuera el conservador Menéndez Pelayo. Lo más grave es que el caso de Blanco no constituye una excepción.La moderación en España suele despertar fuertes recelos. Se exige un posicionamiento incondicional, cuando más extremo y marcado, mejor. La autocrítica se interpreta como una traición.
¿Seguimos mirando el pasado para inventar imágenes de España ideologizadas? ¿Tenemos una política que todavía pretende patrimonializar lo que es o fue España arrimando el ascua a su sardina ideológica?
«El pasado es un campo de batalla sobre el que se dirimen las batallas del presente»
El pasado es un campo de batalla sobre el que se dirimen las batallas del presente. Eso es algo inevitable. Cuando hablaba antes de que los principales grupos que conforman la realidad política española deben hacer concesiones para facilitar la convivencia, me refería también a la escritura de la historia. Redactar una versión negociada, aceptable para todos, debería ser un objetivo prioritario. La escritura de múltiples interpretaciones del pasado, algunas de ellas incompatibles entre sí, está generando serios problemas al país.

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