5 de mayo de 2016

ANALISIS - EL PAIS - UBÉN AMÓN: Que los encierren bajo llave

ANÁLISIS
Que los encierren bajo llave
Los líderes políticos deberían recluirse a agua y pan como en Viterbo hasta salir del cónclave con el nombre de un presidente

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en marzo pasado. LUIS SEVILLANO

El riesgo de que se repitan el 26-J los mismos resultados del 20-D y la posibilidad, aún remota, de que haya elecciones anticipadas después de las elecciones anticipadas, incitan a evocar el cónclave de Viterbo (1268-1271), cuyo desenlace requirió encerrar a los cardenales con dieta de agua y pan, someterlos a un régimen carcelario hasta que se avinieron a nombrar a un jefe de Gobierno de la Iglesia.

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Las medidas extremas se adoptaron por la indignación del pueblo a la parsimonia de sus purpurados. Igual que ocurre ahora, había dos bloques ideológicos —güelfos y gibelinos— y había cuatro partidos, de forma que los cardenales especularon con el tiempo, la presión psicológica y el interés durante casi un año.
Se hizo intolerable la demora. E intervinieron las fuerzas vivas de la ciudad. Empezando por el capitán Raniero Gatti, a quien los historiadores atribuyen la iniciativa de las medidas de reclusión. No sólo encerró a los cardenales en el Palacio de los Papas. Los arrinconó en una de las estancias, aunque se convino abrir una ranura en el techo para que pudiera acudir a iluminarlos la paloma del Espíritu Santo.
Podría hacerse lo mismo con Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias. Habiendo malogrado todos ellos el humo de la fumata blanca, se les debería someter a la disciplina de un cónclave. El sustantivo proviene del latín, se originó en Viterbo y significa "con llave" (cum clavis), o bajo llave, en alusión al encierro del proceso electivo.

Es un buen ejemplo porque las diferencias políticas entre los monseñores se antojan muy superiores a las que distancian ahora las posiciones del cuarteto español. No ya por la batalla que libraron los cardenales del Pars Caroli —el partido güelfo, filofrancés— y del Pars Imperii —el partido gibelino, filoalemán—, sino por los antecedentes criminales que alentaron el proceso y por los asesinatos colaterales que enrarecieron el cónclave.
Parecía eterno. Llegaron a fallecer dos cardenales "de puro agotamiento". Y se prolongaron las deliberaciones dos años, de tal manera que la proclamación de Gregorio X como sucesor de Clemente IV requirió en total 1006 días de reflexión.
El escarmiento tiene un valor contemporáneo porque incita a establecer reformas legislativas y logísticas al proceso electoral y de investidura. Igual Gregorio X promulgó una nueva constitución apostólica (Ubi Periculum) cuyas novedades prevenían que pudiera repetirse trauma de Viterbo, los partidos políticos están obligados a consensuar una solución al vacío legal que ha delatado este periodo de parálisis. En unos casos, por falta de definición (plazos, investidura, control legislativo al Gobierno en funciones). Y en otros, por la ausencia de un marco que estimule o exija los acuerdos.
Las elecciones se han repetido por negligencia, por tacticismo, por especulación, pero también ha sucedido porque los candidatos habían sopesado en sus cálculos la expectativa de la "segunda vuelta" como subterfugio a una derrota en el proceso de pactos. Se trataba de ganar tiempo. O haciéndonoslo perder a los demás.

Por eso se impone la emulación del cónclave de Viterbo. Encerrar a agua y pan a los equipos negociadores. Aislados. Sin móviles ni Twitter. Y recordadles acaso que Gregorio X, llamado Tedaldo Visconti, fue elegido papa al cabo de tres años por tratarse de un candidato independiente. Tan independiente que ni siquiera había tomado los hábitos cuando le notificaron su nombramiento en San Juan de Acre.


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