23 de septiembre de 2015

¿El 'sirio bueno' era un sirio malo?

 
Miércoles 23 de Septiembre de 2015
DIARIO DE INFORMACIÓN Y ANÁLISIS DE INTERECONOMÍA

¿El 'sirio bueno' era un sirio malo?

¿Es verosímil que Osama Abdul Mohsen, nuestro “sirio bueno”, haya tomado partido por Al-Nusra o por cualquier otra de las fuerzas que actúan en esta guerra? Por supuesto que sí. Lo inverosímil habría sido lo contrario.
0
 comentarios
El partido kurdo sirio PYD, la cadena iraquí NRT y un cierto número de refugiados sirios han denunciado que Osama Abdul Mohsen, ese refugiado zancadilleado por la reportera Petra Laszlo y acogido con gran fanfarria en España, es en realidad persona próxima al frente Al-Nusra, filial de Al Qaeda en la guerra de Siria y considerada internacionalmente como organización terrorista. Concretamente, se acusa a Osama de haber estado implicado en la violenta represión en la ciudad de Qamishlo en 2004 después de un partido de fútbol donde murieron más de 50 kurdos. Esto, insistimos, lo dicen fuentes kurdas. Hay que darles el valor que tienen en una coyuntura como la presente, donde la circulación de información viene necesariamente mediatizada por la guerra. Aunque, por otra parte, es difícil entender por qué tales fuentes iban a mentir sobre una cosa así. Nuestro periódico ha abierto una investigación al respecto para contrastar los datos servidos por los medios iraquíes y kurdos. Lo natural sería que los demás medios de comunicación españoles hicieran lo propio. Pero no: en España, país que ha acogido al protagonista de esta historia, sólo gaceta.es parece interesada en conocer la verdad acerca de Osama. Asombroso.
Pongamos las cosas en su contexto. Siria vive una guerra civil desde hace más de cuatro años, guerra precedida a su vez por un largo conflicto interior. No es una guerra civil entre dos bandos, sino una auténtica explosión de violencia que se ha extendido a Irak y donde se dan muerte, unos a otros, el partido del presidente Al-Assad, la oposición denominada “democrática”, las milicias islamistas vinculadas a Al Qaeda (por ejemplo, el frente Al-Nusra), las milicias del Estado Islámico, los kurdos, milicias cristianas iraquíes, las tropas regulares de Irak y unidades chiíes pilotadas por Irán que combaten para Al-Assad. En semejante paisaje, a nadie puede extrañarle que un ciudadano común –por ejemplo, un entrenador de fútbol- haya tomado partido por alguna de las fuerzas en presencia. ¿Es verosímil que Osama Abdul Mohsen, nuestro “sirio bueno”, haya tomado partido por Al-Nusra o por cualquier otra de las fuerzas que actúan en esta guerra? Por supuesto que sí. Lo inverosímil habría sido lo contrario.
Ahora bien, Al-Nusra no es una asociación benéfica, un partido democrático o un club de amigos de la convivencia pacífica. Al-Nusra es una rama de Al-Qaeda, fue la primera milicia yihadista en tomar las armas en Siria –bien armada y financiada por Qatar, entre otros benefactores-, fue la que asesinó a varios líderes de la oposición denominada “democrática” y fue la primera en instalar un régimen de terror y limpieza étnica en el país. Al-Nusra está hoy enfrentada a muerte con el Estado Islámico, pero no por diferencias ideológicas, sino por divergencias tácticas y por distintas obediencias. Unos y otros quieren lo mismo: imponer la versión más extrema de la sharia, la ley islámica, barriendo literalmente a cualquier elemento que no sea musulmán y, por supuesto, en abierta oposición a todo lo occidental. Por eso las simpatías de Osama son tan inquietantes.
En términos más generales, el caso de Osama debe abrir necesariamente el debate sobre las verdaderas posibilidades de integración de unos “refugiados” que, en buena medida, se alejan del perfil clásico de los fugitivos de la guerra y la represión. Es, ya lo sabemos, la cuestión que nadie quiere plantear, pero un mínimo sentido de la responsabilidad exige afrontar de cara el asunto: ¿Sabemos a quién estamos metiendo en casa? Mucho nos tememos que la respuesta sea un gesto de indiferencia.

No hay comentarios: