9 de mayo de 2014

Hijos de la revolución del 74

LIBROS / REPORTAJE

Hijos de la revolución del 74

Nietos literarios de Saramago y Lobo Antunes, los novelistas portugueses que rondan los 40 años se alejan del realismo comprometido

La crisis que ha arrasado Portugal, dicen, está demasiado cerca para ser materia narrativa

Lisboa es un oasis dentro de la crisis portuguresa, asegura el escritor João Tordo. / GUEORGUI PINKHASSOV / MAGNUM
Desumanização, la última novela del exitoso Walter Hugo Mãe (Saurimo, Angola, 1971), uno de los nuevos narradores portugueses más premiados, transcurre en IslandiaPara onde vão os guarda-chuvas (Adónde van los paraguas), el libro que ha consagrado a Afonso Cruz (Figueira da Foz, 1971), se sitúa en un impreciso Pakistán algo fantasmagórico que a veces parece sacado de un cuento de Las mil y una noches. Son dos ejemplos de las más novedosas propuestas de la notable generación actual de escritores lusos que copa los galardones y se hace con los lectores. Algunos los acusan de escapistas. Otros recuerdan su vocación internacional y su suprema libertad de narrar lo que les dicte el alma.
Rondan la cuarentena. Nacieron, pues, en los años setenta y comenzaron a publicar a principios de siglo. Ahora eclosionan. Tienen éxito. No es raro que en la Feria del Libro de Lisboa alguno de ellos tenga una cola de centenares de seguidores a la espera de su firma. Pertenecen a una generación que no vivió la Revolución de los Claveles o que la vivió siendo muy niños. De hecho, es el primer grupo de escritores portugueses liberado por completo del amarre de la memoria de esa casi mitológica fecha, el 25 de abril de 1974, que lo significa todo para Portugal y que sirve de frontera entre el pasado y el presente del país. “No se sienten vinculados a nada, nacieron libres”, asegura la escritora y editora Maria do Rosário Pedreira, responsable del descubrimiento de buena parte de estos escritores. “Durante la dictadura, y mucho tiempo después, Portugal se debatió entre el neorrealismo y el existencialismo. Hasta Lobo Antunes ySaramago. La generación posterior a ellos también consideraba que debía escribir, por así decir, comprometida. Pero estos nuevos autores no. Les caracteriza, precisamente, la falta de necesidad de estar comprometidos, su riqueza de estilos, su mayor preocupación formal, el haber estudiado fuera, el haber vivido hasta tarde en casa de sus padres. Y, literariamente, han sido capaces de recoger las cartas de Lobo y Saramago, barajarlas y repartirlas de nuevo”, añade.
Esta especialista, sin ser muy tajante con las fechas, data el impreciso nacimiento de este grupo en 2001 con la publicación de Nenhum Olhar(traducida al español por Nadie nos mira), de José Luís Peixoto (Galveias, 1974), una narración que transcurre en una aldea del Alentejo profundo, pero con resonancias alegóricas y hasta bíblicas, con una potencia simbólica que la aleja del realismo. Años después, la publicación de la muy premiadaJerusalén, de Gonzalo M. Tavares (Luanda, Angola, 1970), tal vez el autor más internacionalmente reconocido de este pelotón de nuevos narradores, confirmó el advenimiento de un nuevo modo de narrar. La novela describe una sola y alucinada noche de varios personajes que transitan por una ciudad extraña de Centroeuropa. El mismo Tavares acaba de publicar en la traducción al castellano de Viaje a la India (Seix Barral. Versión de Rosa Martínez Alfaro), una novela en verso que narra un viaje a Oriente desde Lisboa.
José Luís Peixoto nació en una pequeña aldea del Alentejo y reivindica para sí —y para su país— tanto su pasado rural como su moderno futuro cosmopolita. Recuerda la visita a los pueblos de su infancia de las denominadas, entonces, “bibliotecas itinerantes”, y de cómo ellas fueron su primer contacto con los libros. Pero también asegura que su generación fue la primera que gozó de una oportunidad clave: “La de escoger caminos específicos y únicos”.
La pobreza es terrible, pero no creo que la literatura sea la mejor manera de reflexionar sobre lo muy contemporáneo
Este escritor, que acaba de publicar un libro de viajes que describe su paso porCorea del Norte, titulado Dentro do Segredo, reconoce que los escritores portugueses encuentran dificultades para mirar hacia su propio país: “Tal vez sea porque Portugal tiene un problema para verse a sí mismo. No sabemos si somos pequeños o grandes. Si somos grandes porque tuvimos un imperio o si somos pequeños porque nos dice la troika lo que tenemos que hacer”. Pero añade que esa tendencia empieza a quebrarse: su última novela, titulada Livro, narra la sufrida inmigración portuguesa al París de los años sesenta y setenta. Y recuerda el caso de la exitosa novela O Retorno, de la escritora Dulce Maria Cardoso, que cuenta el drama de 500.000 personas obligadas a regresar a Portugal de golpe, procedentes de las antiguas colonias lusas, principalmente Angola y Mozambique. No eran del todo portugueses, porque muchos habían nacido en África; pero tampoco eran angoleños o mozambiqueños por completo: de hecho se les expulsó de la tierra en que habían nacido una vez se declaró la independencia. Solo les quedó regresar a una metrópoli con la que no contaban y que no contaba con ellos. La misma Dulce Maria Cardoso, nacida en Angola en 1964, que vivió hasta los 10 años en Luanda, fue uno de ellos, y su obra, más que ajustar cuentas con la historia o los gobernantes o los políticos de entonces, lo hace —generosamente, sin señalar a los buenos y a los malos— con ese tiempo suyo de la infancia, muchos años después. Los personajes sienten nostalgia por una patria perdida irremediablemente, Angola, pero también por la madre patria idealizada que no aguantó el cara a cara y en la que, a pesar de todo, tuvieron que refugiarse. Todo esto está contado con realismo, ritmo e inteligencia por un adolescente listo, amedrentado, extrañado, espabilado, ligón y valiente, que ve su mundo tambalearse sin que a su lado se levante otro fiable.

Imprescindibles

La escritora y editora Maria do Rosário Preira elige las 10 novelas de esta nueva generación de escritores. Cuando existe versión al castellano se cita por el título traducido.
1Retorno. Dulce Maria Cardoso.
2Nadie nos mira. José Luís Peixoto. Traducción de Bego Montorio. El Aleph.
3Jerusalén. Gonçalo M. Tavares. Traducción de Rita da Costa. Mondadori.
4La máquina de hacerespañoles. Walter Hugo Mãe. Traducción de María José Arregui. Alfaguara.
5As tres vidas. João Tordo.
6Para onde vão os guarda-chuvas. Afonso Cruz.
7Tu rostro será el último. João Ricardo Pedro. Traducción de Ana Belén Costas. Planeta.
8. No meu peito não cabenpássaros. Nuno Camarneiro.
9Índice médio de felicidade.David Machado.
10Que importa a fúria do mar.Ana Margarida de Carvalho.
El éxito de la novela de Cardoso (varias ediciones, miles de ejemplares vendidos, multitud de artículos sobre el asunto) indica la necesidad de Portugal por este tipo de historias-espejo, pero la escritora confesó a este periódico hace tiempo que había necesitado todos estos años para poder abordar seriamente el asunto.
Peixoto sostiene que, a pesar de su atmósfera onírica, en todos sus libros habla de Portugal. “Incluso cuando me voy a Corea y describo Corea, escribo de Portugal, del negativo de Portugal. Es cierto que en los años noventa, el país quiso dejar atrás su imagen de tierra atrasada. Pero esa mujer de negro que aún habita en nuestras aldeas no es una extraña para nosotros. Es la madre de nuestra madre: es nuestra abuela”.
Y sin embargo, muchos echan en falta que este puñado de escritores modernos, atentos a la realidad, implicados en las redes sociales y en los periódicos, amigos entre ellos, no se impliquen más en el tema por excelencia que hoy por hoy atraviesa Portugal: la crisis económica que lo ahoga todo o casi todo y que hace que los portugueses vivan cada día un poco peor. “Es cierto que estamos viviendo un momento terrible. Por la pobreza que se ve y por el desempleo. Y yo estoy muy afectado, claro, como todos. Pero no creo que la literatura sea la mejor manera de reflexionar sobre lo muy contemporáneo. Aún no ha llegado la novela de la crisis, pero llegará”, dice Peixoto. “Son muy creativos, muy artistas. Se preocupan más de su historia que de la historia. Pero están dotados para cambiar de blanco. Y no me extrañaría que lo hicieran”, añade Maria do Rosário Pedreira.
Clara Capitão, la directora editorial de Alfaguara en Portugal, coincide también en ubicar esta crisis demoledora demasiado encima del momento actual, demasiado presente, para que sirva de material literario. “Pero eso no quita para que este grupo de escritores no se muestre muy crítico con las políticas de austeridad y con la situación del país. Escriben en periódicos y en revistas, y ahí son muy activos, como son muy activos, por ejemplo Peixoto o Hugo Mãe, en sus cuentas personales de Facebook”, añade. Capitão recuerda, por otra parte, que uno de los libros más reconocidos de esta generación, La máquina de hacer españoles, de Walter Hugo Mãe, no deja de ser una reflexión sobre el modo pesimista de ser portugués, escrita con el sello personalísimo y melancólico del autor. Esta editora asegura que, sea como fuere, es una generación de escritores jóvenes muy traducidos fuera de Portugal, que se consideran nietos por igual de José Saramago y de António Lobo Antunes.
Lisboa es como Londres o Madrid: los mismos muebles de Ikea, la misma gente que lleva las mismas zapatillas…
Afonso Cruz, como otros muchos escritores de esta generación, no es solo narrador, sino ilustrador, dibujante de películas, de dibujos animados, pintor y músico, entre otras cosas. Vive con su familia en un pueblo perdido del Alentejo remoto, cerca de la frontera con España, pero viaja a menudo por todo el mundo y ha pasado buena parte de su vida viajando. Su último libro, el rotundo Para onde vão os guarda-chuvas le ha reportado un buen puñado de lectores además de un conjunto de buenas críticas. Es un relato extemporáneo, extraño, largo, de 600 páginas divididas en capítulos muy cortos: narran la pérdida de un hijo por parte de un vendedor de alfombras de un país parecido al Pakistán contemporáneo a manos de un pelotón de soldados norteamericanos pagados por un mafioso. Un hindú aconseja al vendedor de alfombras que para restañar la pena que le hunde en la depresión debe adoptar un hijo… de nacionalidad norteamericana. En la casa del comerciante, en una mezcla algo esquizofrénica, residen, además del comerciante y del hijo adoptivo, un primo derviche mudo y sin pelo y una hermana loca por conseguir un marido que le regale un par de zapatos de tacón de aguja. A todo esto hay que añadir parábolas orientales, asesinatos, relatos realistas de la explotación de niños, y decenas de golpes de humor y de rabia. “La idea viene de la respuesta que Gandhi le dio a un hindú que le preguntó qué podía hacer después de que un musulmán le matara a su hijo. Gandhi le respondió que adoptara un niño musulmán. Es una manera de superar eso de ojo por ojo y diente por diente”, dice Cruz. El escritor, en una cafetería céntrica de Lisboa procedente de su pueblo, de paso hacia Macao asegura que, en su opinión, las causas aparentemente lejanas no están en realidad tan lejos: “No puedo jerarquizar el valor de las vidas humanas. Eso de que valen más las que están más cerca, no va conmigo. Y un problema en Pakistán o en Irak también es un problema aquí. No solo lo son los desempleados de Portugal, sino los esclavos de África o de Oriente Próximo”. Para Cruz, el mundo se ha estrechado, las ciudades han dejado de ser particulares y únicas, y han pasado a ser todas muy parecidas, perdiendo en el camino su propia identidad: “Por eso es difícil definir lo que es Portugal. Porque Lisboa es parecida a Londres o Madrid, con los mismos muebles de Ikea, con la misma gente que lleva las mismas zapatillas, que come casi lo mismo. Después de haber viajado tanto, la portugalidad pasa a ser menos importante”, añade.
João Tordo (Lisboa, 1975) es autor ya de siete novelas, de temas muy diferentes. Alguna de ellas, como Anatomia dos Mártires, aborda precisamente la aparente abulia o indiferencia política de su propia generación. Por un lado se confiesa tan portugués “como de cualquier otra parte”. De hecho, ha vivido en Londres y en EE UU y, como sus compañeros de generación, viaja mucho. Así, sus novelas se localizan tanto en Portugal como en cualquier otra parte. Pero también asegura que solo comenzó a comprender su propio país cuando residió fuera de él: “Somos un pueblo que se lamenta del pasado y que tiene miedo del futuro. Y eso nos impide ver el presente”. Y añade: “Jamás vi tanta pobreza a mi alrededor, tantas tiendas cerradas. Lisboa, con sus restaurantes y sus turistas, constituye tal vez un oasis. Pero más allá de la crisis económica, lo que me asusta más es una suerte de crisis espiritual. Nuestro Gobierno solo habla de números, nuestros gobernantes son solo contables. Y este discurso aplastante nos impide, otra vez, ver el presente. Es como si viviéramos con unas orejeras de burro. Tal vez tengamos la obligación de volver a ser escritores comprometidos”.

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